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La importancia de los ‘quarks’ en el origen del universo

El experimento más grande del mundo se lleva a cabo en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC, su sigla en inglés) en Ginebra, Suiza. Consiste en hacer chocar protones acelerados hasta alcanzar casi la velocidad luz, y detectar lo que sucede cuando esto ocurre.

El objetivo de este experimento es buscar respuestas a preguntas fundamentales de la humanidad: ¿qué somos?, ¿de dónde venimos? y ¿para dónde vamos? Para la física, estas preguntas se traducen en: ¿de qué está hecho el universo?, ¿cuál es su origen? y ¿cuál es su futuro? 

Recientemente, uno de los cuatro detectores de los choques del LHC, llamado LHCb, reportó el descubrimiento de cinco nuevas partículas llamadas ‘bariones encantados’, que vienen siendo primos de los protones y neutrones.
Los  bariones están compuestos por tres partículas fundamentales llamadas ‘quarks’. Dentro de los bariones más conocidos están los protones y los neutrones. Los ‘quarks’, a su vez, son partículas subatómicas y constituyentes fundamentales de la materia, que viven y obedecen las reglas del mundo cuántico.

La dinámica de los ‘quarks’, es decir, la forma como se comportan, está descrita por una teoría llamada cromodinámica cuántica o QCD, su sigla en inglés. En resumen, la QCD nos dice cómo funcionan los ‘quarks’, describiendo la interacción fuerte esencial para la formación de núcleos atómicos, formados por protones y neutrones.

La QCD es una de las teorías más elegantes matemáticamente hablando que tiene la física; sin embargo, tiene varios problemas aún por discernir. Sus principales características son el confinamiento y la libertad asintótica, algo bastante extraño de lo que conocemos sobre las interacciones entre partículas. 

El confinamiento se refiere a que los ‘quarks’ siempre tienen que estar asociados. Estas agrupaciones son regularmente de dos y tres ‘quarks’, llamados mesones y barones, respectivamente. Experimentos recientes muestran que también puede haber asociaciones de cuatro y cinco ‘quarks’, llamados ‘tetraquark’ y ‘pentaquark’ (LHCb, según lo reportó el descubrimiento del primer ‘pentaquark’ en el 2015). 

Por otro lado, la libertad asintótica nos dice que la interacción fuerte se hace más débil cuando la energía es mayor. Según esto, al comienzo del universo, cuando había una gran cantidad de energía concentrada, la interacción fuerte que liga los ‘quarks’ no era tan potente y, por tanto, estos podían estar desligados unos de otros. En esta especie de sopa de ‘quarks’ no había posibilidades de formar protones o neutrones, por lo que no se podían formar núcleos atómicos. 

Este conocimiento nos lleva a entender en qué momento del universo y bajo qué circunstancias se formaron los núcleos atómicos, para luego dar inicio a la formación del universo a gran escala como lo conocemos actualmente. 

Comprender a cabalidad la naturaleza de la interacción fuerte es una de las grandes incógnitas matemáticas por resolver de los llamados problemas del milenio. Quien logre dilucidarlo, recibiría un millón de dólares y lo haría merecedor de un eminente puesto en la historia de la ciencia. 

De ahí la importancia de los descubrimientos reportados por el LHCb. Las nuevas cinco partículas bariónicas y los estados de ‘pentaquark’ nos ayudan a entender cómo funcionan los ‘quarks’ y ese extraño mundo de la interacción fuerte.

JAIRO ALEXIS RODRÍGUEZ*
Especial para EL TIEMPO
* Ph. D. Director de Investigación y Extensión de la Universidad Nacional.
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Fermat, Pascal y los inicios de la probabilidad moderna

Desde el porcentaje de que llueva o nieve un día concreto en una zona determinada hasta la idoneidad de apostar o no según la mano de póker que llevemos, pasando por las cuotas a favor o en contra de la victoria de un cierto equipo y muchos otros fenómenos físicos o económicos. Gran parte de los datos que nos encontramos a diario en muchos ámbitos están basados en el cálculo de probabilidades.
En 1933, Andréi Kolmogórov establecía la que se conoce como concepción axiomática de probabilidad, dando rigor de esta forma a muchos de los estudios que se habían realizado con anterioridad en esta rama y comenzando así el estudio moderno de la teoría de probabilidades. Pero el estudio de la probabilidad comenzó mucho antes, y se puede decir que los precursores de esta teoría fueron Pierre de Fermat y Blaise Pascal.
Nos remontamos al siglo XVII. La teoría de números da sus primeros pasos como rama de las matemáticas gracias a Pierre de Fermat, y la geometría analítica hace su aparición en las matemáticas apoyada en los estudios del propio Fermat y de René Descartes. Al margen de todo esto, la alta sociedad francesa se entretiene con juegos de azar.




Pierre de Fermat
Pierre de Fermat WIKIPEDIA


Uno de sus integrantes, Antoine Gombaud, Caballero de Méré, era un experto jugador (aparte de escritor y pensador). A pesar de su sabiduría en lo que a juegos de azar se refería, había dos que le creaban dudas, que no entendía completamente. Por ello, decidió planteárselos a Pascal.
El primero que vamos a comentar es el siguiente. Supongamos que tiramos un dado cuatro veces y pensemos en la probabilidad de que salga al menos un 6 en alguna de las tiradas (da igual en cuál de ellas). La cuestión es la siguiente: ¿nos conviene apostar a que saldrá al menos un 6? Veámoslo con matemáticas.
Vamos a calcular la probabilidad de que no salga ningún 6 en ninguna de las tiradas, y el resultado se lo restaremos a 1, obteniendo así la probabilidad de que salga al menos un 6.
La probabilidad de que no salga un 6 en una tirada es 5/6 (cinco valores que no son 6 entre seis valores posibles), y como tiramos cuatro veces (y las tiradas son independientes), la probabilidad de que no salga ningún 6 en esas cuatro tiradas es:
(5/6) · (5/6) · (5/6) · (5/6) = (5/6)4
Ahora la probabilidad de que salga al menos un 6 saldrá de restar ese resultado a 1:
P(Al menos un 6) = 1-(5/6)4=0’5177…
Como nos sale un resultado mayor que 0’5, nos conviene apostar a que saldrá al menos un 6 en cuatro tiradas de un dado.
Gombaud sabía que esa apuesta era ligeramente favorable que la contraria (aunque seguro que no hizo los cálculos como hemos mostrado aquí), y a partir de aquí se planteó qué ocurriría al tirar dos dados y esperar que en ambos salga 6 al menos una vez. Su razonamiento fue algo parecido a lo siguiente:
“La probabilidad de sacar 6 en ambos dados (en una tirada) es igual a multiplicar por 1/6 la probabilidad de sacar un 6 con un dado en una tirada. Por tanto, para igualar la situación al problema anterior habría que hacer 4 · 6 = 24 tiradas. Así conseguimos un problema en el que la probabilidad de sacar 6 en ambos dados al menos una vez es la misma que la de sacar un 6 al menos una vez en el caso anterior, por lo que interesa apostar a favor de ese hecho.”




Blaise Pascalpulsa en la foto
Blaise Pascal FLICKR


El caso es que nuestro caballero de Mére, a pesar de que aparentemente la apuesta era favorable, veía que a la larga perdía más veces que ganaba. Vamos, que la apuesta no parecía tan favorable, pero no sabía por qué. ¿Podrías ayudar tú a Antoine? Piénsalo, más adelante daremos la respuesta.
El segundo problema es, bajo mi punto de vista, más interesante. Os pongo en situación:
Imaginemos que dos jugadores A y B juegan con una moneda, tirándola y viendo lo que sale en ella. Si sale cara, A acumula un punto, y si sale cruz lo acumula el jugador B. Ambos han apostado 32 € y gana el jugador que antes llegue a 5 puntos, llevándose entonces todo el dinero (al parecer, el problema trataba de tirar un dado y cada uno había elegido un número concreto, pero para ilustrar el problema nos vale nuestro ejemplo). Por circunstancias que no vienen al caso, hay que interrumpir el juego antes de que uno de los jugadores gane, estando en ese momento el marcador así: A lleva 4 puntos y B lleva 3 puntos. La cuestión es la siguiente: ¿cómo debe repartirse el dinero?
Este problema había sido estudiado anteriormente por Luca Pacioli y por Tartaglia, pero ambos dieron respuestas erróneas. Nuestro caballero de Mére se lo propuso a Pascal, que lo puso en conocimiento de Fermat mediante correspondencia. En esa correspondencia entre estos dos monstruos de las matemáticas se resolvió este problema y, de paso, se creó el germen de la teoría del cálculo de probabilidades.
Pero vayamos al problema en sí. La primera idea, en cierto modo razonable, sería repartir el dinero total, 64 €, en proporción según los puntos que llevan cada uno de ellos en el momento en el que el juego se corta. Como en ese momento A lleva 4 puntos y B lleva 3 puntos, habría que dividir 64 entre 7 y dar 4 partes a A y 3 partes a B…
…el problema es que este razonamiento no da un resultado justo. Por ejemplo, imaginad que sólo se ha hecho una tirada y ha salido cara. Entonces A lleva un punto…y las circunstancias obligan a terminar ahí el juego. Según el razonamiento anterior, A debería llevarse todo el dinero, lo que sería a todas luces injusto.
El reparto más justo (y, por tanto, el correcto) debe ir en función de la probabilidad que tendría cada uno de ganar el juego si éste no se hubiera interrumpido. Vamos a analizar cuáles serían las probabilidades de cada uno y las usaremos después para repartir el dinero correctamente.
Como decíamos, el jugador A lleva 4 puntos y el B lleva 3 puntos, y gana el primero que llegue a 5 puntos. Si en la siguiente tirada hubiera salido una cara, el jugador A llegaría a 5 puntos y, por tanto, ganaría. La probabilidad de que ocurra eso es la probabilidad de que salga cara en una tirada: 1/2.
Si hubiese salido cruz, el jugador B sumaría 4 puntos. Como el A también lleva 4, todavía no ha ganado nadie, por lo que hay que tirar de nuevo. Si en esa segunda tirada sale cara, gana el A, y esto ocurre con probabilidad
(1/2) · (1/2) = 1/4 (el primer 1/2 por la cruz y el segundo por la última cara)
Y si en la segunda tirada sale cruz, gana el jugador B. La probabilidad de que eso ocurra es también
(1/2) · (1/2) = 1/4 (el primer 1/2 por la primera cruz y el segundo por la última cruz)
Analizando estos casos, vemos que la probabilidad de que gane A es:
P(Gana A)=1/2 + 1/4 = 3/4
Y la probabilidad de que el ganador sea B es:
P(Gana B)=1/4
Entonces debemos dividir el dinero total en cuatro partes y darle tres a A y una a B. Por tanto, al jugador A le corresponden 48 € y al B le deben dar 16 €.
Volvamos ahora al primer problema. ¿Lo has resuelto? Razonando como en el caso de una sola tirada de dado seguro que sí. Pero por si acaso vamos a comentarlo.
Vamos a calcular la probabilidad de que no salga el resultado (6,6), y después, como antes, le restaremos esa probabilidad a 1. Como el resultado (6,6) puede darse solamente en 1 de los 36 casos posibles, y tiramos el dado 24 veces, tenemos que:
P(No salga (6,6)) = (35/36)24
Ahora le restamos ese valor a 1 y obtenemos la probabilidad de que salga (6,6) al menos una vez en 24 tiradas:
P(Al menos sale (6,6) una vez en 24 tiradas) = 1 – (35/36)24 = 0’4914…
Lo que significa, al ser menor que 0’5, que apostar a ese resultado es, a la larga, perjudicial para el jugador.

Como ya hemos comentado, Pascal y Fermat comentaron y dieron solución a estos problemas en la correspondencia que se generó entre ambos (Fermat, sobre todo, era mucho de comunicarse con otros matemáticos por correspondencia) después de que el caballero de Mére se los propusiera a Pascal. Aquí tenéis traducciones al inglés de parte de esa correspondencia, aunque por desgracia no todas las cartas han llegado a nuestros días. El responsable de formalizar todos estos argumentos fue Christiaan Huygens, que tuvo conocimiento de esta correspondencia sobre 1655. En 1657 publicó el tratado De Ratiociniis in Ludo Aleae (Calculando en juegos de azar), escrito en el que resolvía los problemas sobre probabilidades que circulaban en aquella época. Este tratado se convirtió en el primero trabajo publicado sobre cálculo de probabilidades.

Como habéis podido ver, el simple planteamiento de un problema práctico por parte de Antoine Gombaud, caballero de Mére, acabó dando lugar a toda una teoría matemática con multitud de usos y aplicaciones. Y no es el único caso, recordad el caso de los puentes de Königsberg y la teoría de grafos. Por ello, no debemos restarle importancia a ninguno de los problemas que se nos puedan ocurrir o que nos puedan aparecer, ya que nunca se sabe la importancia que pueden llegar a tener o las aplicaciones que se les puede encontrar.

Recuperado de http://elpais.com/elpais/2017/04/26/el_aleph/1493220185_791291.html
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